En lo que terminan de hacer esas maletas, de imprimir su pase de abordar o decidirse a llenar el tanque de gasolina y venir a comer con nosotros a San Cristóbal de las Casas, comencemos el viaje por la gastronomía mexicana.
En el principio (y para siempre), fue el maíz, el frijol, el chile y la calabaza (de estas maravillas les contaré en próximas entradas). A partir de estos alimentos, hace 3,000 años en esta tierra comenzó a desarrollarse una tradición culinaria, con gran variedad de platillos ya reproducidos y perfeccionados llegaron los españoles. El proyecto buscaba llegar a la India por una nueva ruta; la ambición era conseguir aquellas que una vez probadas se volvieron tan valiosas como el oro: las especias. Así, el origen de esta historia se trató de un asunto de cocina: buscar esos preciados ingredientes. Y para complacer al sincero buscador goloso, apareció nada más y nada menos que la riquísima geografía mexicana.
Hicimos de la necesidad básica para la supervivencia un placer, de la afirmación de la voluntad de vivir un lujo; y qué más podía ocurrir cuando tenemos la fortuna de contar con la dulce sangre del jitomate, el aroma de la vainilla o el orgasmo del cacao. El irrefrenable impulso creativo del hombre ha convertido a la alimentación en una actividad lúdica; ha buscado e implementado diferentes métodos e instrumentos para crear nuevas combinaciones, nuevas maneras de disfrutar la comida.
La cocina es un laboratorio creativo. Resulta fácil imaginar, que una vez el caos de la conquista encontró relativa estabilidad, indígenas en cocinas de casas españolas; aprendiendo y compartiendo, crearon magia. Aquellos que experimentaban el entusiasmo de cocinar, que añoraban reproducir lo del hogar o jugaban fascinados con las nuevas posibilidades, se encontraban en el paraíso de los mercados de la nueva España. La importación y exportación de lo exótico, la llegada personas de todas partes, hicieron surgir una nueva cocina, atiborrada de historias, manifestación de toda clase de pasiones.
¡No te tardes más, ven a comer con Tomate Quesillo!
¡Únete a nuestra comunidad de foodies!
Meanwhile you finish making your suitcases and printing your flying ticket to San Cristobal de las Casas, let’s begin the trip along the Mexican gastronomy.
We already know; in the beggining it was the corn, the bean, the chili and the zucchini (I’ll be talking about each one of these wonders in the next posts). From these foods, 3,000 years ago, a culinary tradición developped. The spaniards arrived to a land with a great variety of perfectionated diches. The proyect was to find a new rute to India; the ambition was to get those that once tasted turned into something valuable as gold: spices.
So, amazingly, the origin was a culinary issue: to find those precious ingredients. And for pleasing the true, greedy seeker, the luscious mexican geography appeared.
The irrepressable creative impulse of men has turned the alimentation into a ludic activity; it has searched and implemented different methods and instruments for creating new combinations, new ways of enjoying food. We have made of the basic survival need a pleasure; of the will of life a luxury. What else could have happened when we have the sweet blood of tomatos, the fragance of vanilla or the orgasm of cacao.
The kitchen is a creative laboratory. It’s easy to imagine,then, that once the chaos of the conquest found some stabilty, indigenous working in spanish kitchens, learning and sharing, created magic.
Those who experimented the enthusiasm of cooking, those who wonder about their home dishes or those who played with the wonderful new possibilities found each other in the paradise of mexican marquets. The import and export of exotique and the arrival of people from everywhere made a new cuisine happen; a cuisine full of stories, a manifestation of all sort of pasions.
Life is short, don’t waste time and come to eat with Tomate Quesillo